ENTREVISTA - Antonio Bernal

Como suele ocurrir con todos los genios, Antonio Bernal Redondo también tiene sus manías. En concreto, este escultor cordobés nacido en 1957 se manifiesta un enemigo acérrimo de las cámaras de fotos, de los micrófonos y de todo lo que suene a entrevista. No obstante, con la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz quiso hacer una excepción y atendió amablemente nuestras preguntas.

Formado junto a otros destacados artistas de la tierra, Antonio Bernal está en posesión del título de Graduado en Artes desde 1976. En cualquier caso, no será hasta 1990 cuando comience a concebir imágenes para diferentes cofradías penitenciales de Andalucía. Tras esculpir las esculturas de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Adamuz y de la Virgen de La Soledad de Don Benito, Bernal labró en bronce los bustos de tres califas del toreo: Lagartijo, Guerrita y Manolete.

No obstante, el punto de inflexión definitivo en su evolución creativa tiene lugar en 1994, cuando se le encarga desde Montilla el grupo escultórico para la Hermandad del Sagrado Descendimiento. Asimismo, en 1996 presenta otra de sus obras importantes: el misterio formado por siete figuras y un caballo que acompaña a Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, cotitular de la Cofradía de La Paz de Córdoba.

En los últimos años, Antonio Bernal ha trabajado para numerosas cofradías cordobesas, aunque sus trabajos han ido cobrando proyección nacional e internacional. Así, además de la Virgen Dolorosa de Tarancón o del misterio de la Oración en el Huerto para Los Realejos de Santa Cruz de Tenerife, este artista cordobés ha creado el Cristo de la Soledad de Málaga, el apostolado de la Santa Cena de Jaén o una talla de Santiago Apóstol basada en el cuadro de José Garnelo que se exhibe en la Iglesia Mayor de Montilla y que fue encargada para ser exhibida en la localidad alemana de Osterspai.

La obra de Antonio Bernal es muy conocida en Montilla. Además del misterio de la Hermandad del Sagrado Descendimiento o de la titular de la Vera Cruz, ha trabajado mucho para la cofradía del Señor Resucitado. Podríamos decir que se está convirtiendo en un habitual de la Semana Santa montillana...

Realmente me siento muy orgulloso de que mi obra esté tan admirada en Montilla. Es una tierra que quiero mucho y para la que llevo bastante tiempo trabajando. Y, como he tenido oportunidad de comprobar en infinidad de ocasiones, en Montilla tengo un montón de amistades que me vinculan y me unen a esta tierra.

De hecho, también ha tenido ocasión de restaurar la imagen del Cristo del Amor...

Exactamente. Y me hizo bastante ilusión porque es una obra de uno de mis profesores de Dibujo, Amadeo Ruiz Olmos. El objetivo de la restauración fue el de recuperar la policromía que la talla poseía originalmente y, además, el de resolver algunas grietas que habían aparecido en la parte superior de la imagen a causa de la dilatación de la madera.

¿Qué supuso para usted la intervención en una imagen devocional tan señera en Montilla?

Tenía conocimiento por miembros de la Hermandad del Santísimo Cristo del Amor de que la imagen ya había sido restaurada en varias ocasiones, de manera que para mí fue una satisfacción haber tenido esa obra en el taller y haberla podido restaurar.

También le debemos a su gubia la Señora del Socorro. ¿En qué se inspiró para concebir la imagen?

La primera inspiración fue el Cristo de Zacatecas. Quise buscar una Madre realmente dolida a sus pies, que lograse transmitir el dolor y el dramatismo de la situación ante ese crucificado. Evidentemente, ante la belleza del Santo Cristo de Zacatecas no podía hacer otra cosa que no fuera una expresión de dolor como ésa, así que pienso que fue Él quien me inspiró en el proceso creativo.

El Cristo de Zacatecas es uno de los mejores exponentes del patrimonio colonial que llevaron los españoles a las Indias. ¿Ha condicionado de alguna manera esta circunstancia el nacimiento de la Madre del Socorro?

Claro que sí, porque lo primero que hice fue conocer en qué lugar iba a ir ubicada la Virgen y junto a qué Cristo. Eso es lo que me motivó a diseñar la imagen y me dio pie a idear todo lo demás.

¿Cómo definiría el momento actual de la imaginería andaluza?

Yo creo que está en auge. La imaginería está ahora en un momento muy bonito, con gente joven que está saliendo continuamente y con artistas con mucha fuerza y con muchas ganas de retomar este tema que, hasta hace poco, estaba en horas bajas. Pero en la actualidad, gracias a Dios, creo que estamos en uno de los mejores momentos.

¿Se proyecta también ese buen momento de la imaginería andaluza en Córdoba?

Claro que sí. Me quedo asombrado al ver cómo de diez años para acá ha resurgido un montón de gente joven que está tomando este oficio con muchas ganas y con mucha ilusión. De hecho, por el taller han pasado algunos que han demostrado gran interés por aprender. Aparte, los talleres en Córdoba están funcionando todos, tanto de discípulos de nuestro círculo como de otra gente que ya estaba.

Pero ¿ha evolucionado mucho la forma de trabajar?

Evidentemente, el paso de los tiempos afecta a los métodos de trabajo de cada artista, pero lo más importante es que en Córdoba se está volviendo a retomar esa escuela que hizo célebre los talleres de esta tierra y que, poco a poco, había ido perdiendo su fuerza, a pesar de que seguían quedando grandes maestros. Ahora vuelve a retomarse esa fuerza característica y creo que estamos en un buen momento. De todas formas no podemos olvidar que en Córdoba ya teníamos grandes maestros como Miguel Arjona o Castillo, de manera que aquí nunca hemos perdido totalmente el vínculo con la imaginería.